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  • Writer's pictureVik Perez

OPINIÓN | Dr. Víctor Pérez: "Era para ganarla"


Reflexión desde una mirada Emprendedora y Transpersonal




En alusión al estado mental con el que un docente debe afrontar un auditorio el educador Peruano Constantino Carvallo decía “hay que entrar a las aulas como un orate y enseñar con el corazón henchido, apasionados, echando fuego, fascinados con lo que vamos a contar”. Esta idea traducida en términos futbolísticos equivaldría a “entrar a la cancha como once orates y jugar con el corazón henchido, apasionados, echando fuego, fascinados con lo que tenía que lograrse”. Esta es una premisa fácil de manifestar desde la intelectualidad, pero difícil de implementar en un país cuya sociedad está expuesta a la desigualdad diaria, un sistema educativo precario y la carencia de apoyo al deportista.

Aun así, el once peruano llegó a una instancia rara en la historia del deporte peruano, una final y como tal requería lo que en psicología transpersonal se denomina un “sobreesfuerzo” para tomar posesión de un lugar en el panteón de los campeones. Según la metafísica todos los futuros posibles, llámese derrota o victoria peruana en Rio de Janeiro estaban dentro de lo posible dentro de los noventa minutos de juego, siendo así ¿Por qué el futuro termino por definir el partido a favor de Brasil?

Por una razón tan poderosa como invisible, fueron los jugadores brasileros quienes entraron en modo “orate”. A propósito, la connotación de “orate” no tiene nada que ver con la definición usual de la palabra, a decir: demente, loco o chiflado. La palabra “orate” tiene que ver más bien con un estado mental al que el siquiatra Roberto Assagioli denominaba “will” o en castellano “fuerza de voluntad”, en el ámbito emprendedor la conocemos como “autoeficacia”, el creerse capaz de ejecutar una acción, plan o estrategia de manera eficiente a pesar de cualquier obstáculo.

Una final en cualquier deporte ya no es una competencia de fortalezas físicas, ni siquiera de tácticas y estrategias, aunque desde lo visible así parezca y sea necesario; es ante todo una guerra de voluntades, de “will” allí donde los brasileros demostraron una dosis mayor de fuerza de voluntad expresada en los goles convertidos y la aguerrida marca que aplicaron durante el encuentro.

Sin embargo, hay un par de señales de buen augurio con relación a la importancia y manifestaciones de la fuerza de voluntad en el equipo peruano, que la hubo de manera intermitente. La primera fue el penal cobrado y la segunda la expulsión del jugador brasilero Gabriel Jesús. Ambas señales desde la metafísica no son producto de la casualidad sino resultado de mecanismos tras los cuales se manifesto la fuerza de voluntad colectiva del equipo peruano. Por ello, el futuro posible del campeonato abrió por unos instantes una rendija tras la cual la gloria se hacía visible y factible, pero luego termino cerrándola para siempre como en el relato “Ante la ley” de Franz Kafka, “esta entrada era solamente para ti, ahora voy a cerrarla” y la cerró.

En el budismo, el camino hacia la felicidad sugiere sufrimiento, la puerta podía permanecer abierta, la gloria si era posible, solo que requería, aunque suene contradictorio de una disposición ilimitada al sufrimiento. Como diría Mikhail Naimy urgía de “morir para vivir”.

Al final, la fuerza de voluntad o la autoeficacia, definió al campeón. Sobre ella es necesario trabajar tanto en el deporte como en todos los niveles educativos para que el transito de la intermitencia a la autoeficacia le devuelva al Perú su derecho a la gloria.



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